WILSON PÉREZ IGLESIAS: AGRAVIO A SU MEMORIA

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Por: Alberto Ruíz Tuesta.

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Hoy 15 de junio se cumple tres años de la muerte de Wilson Pérez Iglesias. Fue un suceso que silenciosamente conmocionó a la ciudad, pues las reglas de seguridad frente al acecho de la peste del Covid 19, impidieron toda manifestación, pública o privada, que permitiera a sus deudos y personas que lo han querido y valorado, honrar su memoria mediante actos fúnebres dignos de la importancia que significó su vida. Hoy sus restos permanecen en un cementerio de Tarapoto, metidos en un hueco, y su cuerpo yerto se consume camino hacia su extinción material. Y aquello de que él vivirá por siempre en nuestro recuerdo y corazones, adquiere valor sentimental cuando es expresado para aliviar el dolor y como resignación frente a una muerte intempestiva y cruel, como lo fue la de Wilson Pérez Iglesias.

“No debe haber obstáculo para desistir de la tarea de cumplir con el mandato imperativo de la vida, de dar a los demás todo aquello que se ha recibido de ella”. En esta frase, extraída de uno de sus libros en borrador que nos dejó Wilson Pérez, se sintetiza su pensamiento, sus inquietudes y sueños como alcalde provincial (1999-2002), como director regional del Instituto Nacional de Cultura -INC- (2004-2006), o como periodista, historiador y ciudadano, siempre presto a emitir juicios relevantes sobre el acontecer público, cada vez en que fuera requerido por la prensa radial o escrita.

En otro de sus libros, Wilson Pérez expone un recuerdo de las conversaciones que sostuviera con Hilario Sangama Shupingahua (el “Tata Hila”), un personaje de la comunidad de Cachiyacu (ya desaparecido), quien le contó en 1953 que fue guía de Eduardo Peña Meza, que buscaba una ruta desde El Valle en el Huallaga hacia Parcoy en La Libertad. “Esos relatos y la forma expresiva con que los recibía del “Tata Hila” marcaron para siempre una de las mayores inquietudes de mi existencia: El Gran Pajatén, (…) Yo era un muchacho que se maravillaba con los recuerdos de esa travesía y de la posibilidad de que por ahí se podría llegar al Gran Pajatén”.
Ese sueño, que parecía quimérico en 1953, empieza a tomar cuerpo cuando Wilson Pérez, ungido ya como alcalde provincial, organiza la primera expedición desde nuestro lado provincial denominado “Montecristo 1999”, con el que quedó demostrado que sí es posible llegar al Gran Pajatén siguiendo una ruta distinta a la de Pataz, considerada esta vía -hasta entonces- como la única posible para el rescate de esa riqueza cultural, Patrimonio de la Humanidad.

En el INC, durante el corto tiempo de su permanencia como director regional, encontró una institución con presupuestos tan exiguos que apenas alcanzaba para los gastos corrientes. Su propuesta de un Plan Cultural Regional (presentado al Gobierno Regional de entonces) que comprendía la institucionalización de los programas culturales municipales por lo menos en las municipalidades provinciales que comprendía proyectos de investigación histórica, antropológica y sociológica de cada jurisdicción, entre ellos la propuesta del acceso desde Mariscal Cáceres al Gran Pajatén, identificando y luego restaurando el antiguo camino que viene desde la sierra, de la antigua Cajamarquilla hacia los valles del Jelache y el Huallaga, fijando así las bases de la puesta en valor del Gran Pajatén. Pero por esas cosas de la burocracia y los requiebros políticos, su formulación se distorsionó llevándolo a priorizar actividades celebracioncitas y asistencialistas.

A través de la sucesión de los siguientes largos años, esta fue la tónica que marcó a los gobiernos regionales que se han ido sucediendo, algunos que ni siquiera aludían al Gran Pajatén y otros que lo mencionaban para ponerse a tono con las aspiraciones culturales de la región, sobre todo con fines propagandísticos de la campaña electoral. Los pocos presupuestos conseguidos en este empeño se gastaban en reuniones técnicas a cargo de élites profesionales que creían saberlo todo.

Wilson Pérez Iglesias fue partícipe de esas reuniones, en el que asumía posiciones críticas exponiendo un curso distinto a las planteadas por las élites tecnócratas, que finalmente terminaban por soslayar sus propuestas. Sobre este particular Wilson Pérez escribió: “El trabajo institucional no debe centralizarse en élites conformadas por personalidades que, por sus habilidades innatas u oportunidades aprovechadas, han llegado a tener nombre y posicionamiento y que, casi por lo general, se conforman con auto complacerse en reuniones diletantes y actividades selectas, mientras el común de la gente vive un mundo distinto y lejano de los “grandes eventos”.

Sin duda, este juicio debe haber incomodado a quienes ahora ocupan cargos públicos vinculados al desarrollo cultural y turístico, llegando al punto de ningunearlo como pionero y propulsor del rescate y puesta en valor del Gran Pajatén, pues un funcionario de la municipalidad, incluso desdeña pronunciar su nombre y lo menciona como “una persona que ya no está”. Habría que preguntarse ¿por qué esa actitud mezquina? ¿Acaso este señor cree que, desde su tumba, el “difunto” de Wilson Pérez le restaría méritos de lo que diga o haga?

Pero no es sólo eso. La creación de la Biblioteca Municipal “Wilson Pérez Iglesias” promovida por la anterior gestión municipal, fue sólo una pose efectista o quizás -siendo indulgentes- un arranque de entusiasmo que al poco tiempo se desvaneció, pues la gigantografía de la imagen de Wilson Pérez Iglesias instalado en el frontis del local reservado al funcionamiento de la biblioteca, al poco tiempo fue retirado como diciendo “esto no va”. Y ciertamente no hay nada ya nada hubo de ello, se difuminó en las sombras de la indiferencia. ¿Cómo puede calificarse este desbande? ¿No es acaso un agravio a la memoria de Wilson Pérez Iglesias? 

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